lunes, 2 de febrero de 2009

Me estoy enfrentando al SISTEMA

El Servicio de Atención al Cliente de mi compañía telefónica quiere decirme algo con urgencia.

No pueden esperar. Es algo que cambiará mi vida para siempre, sospecho.

Llevan acosándome cuatro meses. No respetan fines de semana, no respetan festivos. Aposté conmigo misma, y acerté: ellos fueron mi última llamada el día de Nochevieja y mi primera llamada el día de Año Nuevo.

La primera vez que me llamaron no pude responder, estaba ocupada y tenía el móvil en silencio.
Cuando vi la llamada perdida me dije que querrían seducirme con alguna promoción y agradecí no haber oído los tonos en su momento. La última vez que un promotor me engañó para escuchar sus ofertas, me ví conversando sobre técnicas de ligoteo con un argentino recién llegado a España. Y no logró convencerme de nada, el pobre.

La segunda vez que sonó el teléfono lo dejé sonar mientras miraba la pantalla. Decidí que no lo cogería esa vez y tampoco atendería la llamada siguiente, pues estaba convencida de que se produciría sin duda en esa misma semana.

Así fue. Volvieron a llamarme y cumplí mi promesa. Lo que no me imaginaba ni por casualidad es que me volverían a llamar todos y cada uno de los días siguientes durante los próximos meses hasta hoy.

No van a ganarme, no quiero escucharles, no quiero saber como puedo mejorar mi cobertura, no quiero tener la nueva versión de Tetris en mi móvil. ¡Ni siquiera quiero hablar más y pagar menos, lo juro!

Una amiga me aconsejó aceptar la llamada y colgar rápidamente sin decir nada. "De verdad, así se dan por aludidos, creeme".

No. No. No.

Eso sería perder. Y yo quiero ganarles, quiero mostrarme impasible ante este Servicio Inquietante.

Quiero que me den por muerta o que me coloquen en sus listas de Clientes Peligrosos. Quiero que pinchen mi linea telefónica, quiero que vigilen a mis amigos y familiares. Quiero que me manden cientos de cartas amenazadoras. Quiero que me chantajeen con subirme injustamente la cuota mensual.

Enfrentarse al sistema tiene un precio y yo lo acepto. No saben con quien han topado. Llevaba tiempo con ganas de revolución y me lo han puesto en bandeja. Es un acto protesta a mi medida.
Soy la mejor combatiente pasiva. (Aunque no es tán fácil como pensais no contestar una llamada telefónica insistente. (Los actos reflejos son jodidos, queridos).

Nunca sabré lo que quieren de mí, pero espero por su bien que sea algo magnífico.

Espero ser la ganadora de un sorteo millonario, espero que un nuevo modelo de la gama más fashion de aparatitos teléfonicos de la compañía que me acosa lleve mi nombre, espero que se haya creado un premio de Telecomunicaciones en mi honor, espero que, por azar, la plantilla entera haya estado estudiando el horario de mis llamadas para programar una oferta especial a mi medida con la que mensajes y llamadas me salgan completamente gratis.

En cualquier caso, nada de eso lograría que me vendiese al Sistema.

Habéis de saber que, YO, en nombre de la Revolución, rechazo todos estos honores.